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Jueves 19 de diciembre de 2002 | La Nación

Una brillante noche coral

Por Pablo Kohan

“Románticos del Siglo XX”, Concierto del Estudio Coral de Buenos Aires. Dirección: Carlos López Puccio. Obras de Edward Elgar, Samuel Barber, Morten Lauridsen, Olivier Messiaen y Zoltán Kodály. Basílica Nuestra Señora de la Merced.

Excelente ★★★★★


A las 21, cuando el Estudio Coral de Buenos Aires estaba por iniciar su concierto en la Basílica de la Merced, una verdadera multitud invadía todos los resquicios de la iglesia, con jóvenes, y no tanto, sentados en el piso, incluso en el pasillo central, o apiñados hasta en el último rincón posible.

Este fue el marco que logró construir el coro de López Puccio para su concierto. O para su ceremonia, en cierto modo, también religiosa. Hubo una primera parte, más romántica y también con más altibajos, y hubo una segunda parte, contundente, incluyendo el estreno argentino de “Cinc Rechants” de Messiaen, tal vez, la razón principal para semejante convocatoria. En una y otra, la actuación del Estudio fue impecable, independientemente de las disimilitudes, en contenido y calidad, de las obras interpretadas.

En el mismo comienzo, el primer acorde del coro, casi silencioso y perfectamente afinado, le puso el mejor sonido a una iglesia colmada. Después, progresivamente y según las características de cada obra, fueron apareciendo nuevos colores, distintas honduras, las más diversas intensidades, los más exquisitos fraseos, los tuttis más plenos, otros idiomas -incluyendo el ideado por Messiaen- y muchos estilos, conceptualmente siempre bien resueltos y, en lo vocal y sonoro, maravillosamente concretados.

Del romanticismo moderadamente expresivo, bello e inglés de Elgar, con sus melodías y armonía decimonónicas, los cantantes de López Puccio pasaron a los terrenos más modernos de Barber. La última de las dos canciones de este compositor “Para ser cantado sobre el agua”, fue un momento de particular intensidad expresiva, con un final tenue sencillamente conmovedor. Por el contrario, las tres canciones de Lauridsen parecieron menos interesantes en su construcción y en sus contenidos, sobre todo la última de ellas, sumamente anodina, con un piano sampleado y traída, quizás, para demostrar que el Estudio hasta puede cantar muy bien incluso una canción demasiado previsible y un tanto kitsch.

De extrema complejidad

La segunda parte se abrió con el estreno de los “Cinc Rechants”. Aquellos que hayan tenido la oportunidad de observar la partitura coincidirán en que su realización es casi imposible. Concretamente, aquel director que decida ejecutarla no sólo que tiene que poseer una gran capacidad, un coro superadiestrado y una gran cuota de audacia, sino también cierta voluntad de inmolación o de pasión por los deportes adrenalínicos de altísimo riesgo. Sin embargo, quien haya reparado en la gestualidad tan natural y precisa de López Puccio jamás podrá intuir las infinitas complicaciones rítmicas o las tremebundas dificultades que, en general y con prodigalidad, Messiaen sembró en la partitura para construir una obra notable, poética y única.

Parecía que el Estudio estaba cantando casi una obra “normal”. En este sentido, no sólo es mérito de un director formidable sino de la concentración, la actitud y la musicalidad de un grupo de cantantes estupendos, con algunos solistas brillantes. No podría estar Messiaen en mejores manos y mejores voces. El aplauso interminable que continuó a los “Cinc Rechants”, que no era la del final del concierto, es decir, que no buscaba ningún bis, fue un agradecimiento sincero y emocionante.

En el final el Estudio cantó “Escenas de Mátra”, de Kodály, una serie de fantásticas canciones húngaras en una escritura coral soberbia y, por supuesto, magistralmente interpretadas. Fuera de programa, el coro ofreció “La partida”, del finlandés Einojuhani Rautavaara y un spiritual. Como integrante de Les Luthiers o como director del Estudio, López Puccio, con pocos días de distancia, siguió aportando lo suyo para arrojar rostros felices a las calles de Buenos Aires, más precisamente, a las de la City, territorio conflictivo si los hay.

Por último, es real que el coro de López Puccio puede cantar en cualquier lugar y los resultados serán casi siempre los mismos. Sin embargo, pareció que lo más apropiado fue que haya sido justamente en una basílica. Después de todo, hoy por hoy, el notabilísimo Estudio Coral de Buenos Aires se ha transformado en un verdadero objeto de culto.