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Sábado 20 de diciembre de 2014 | La Nación
Desde lo más alto del canto
Por René Vargas Vera
Concierto extraordinario / Programa: A Richard Strauss en celebración del 150 aniversario de su nacimiento; obras de Randall Thompson, György Ligetti y William Bergsma; "Hymne" opus 34, nº 2, y "Deutsche Motette" opus 62, ambas de Richard Strauss / Estudio Coral de Buenos Aires dirigido por Carlos López Puccio / Asistente de dirección: María del Carmen Aguilar / En la catedral metropolitana / Producción general: Collegium Musicum de Buenos Aires.
Nuestra opinión: excelente
Uno se creería que, habiendo alcanzado ya las cimas, no le quedaban más alturas por trepar en su glorioso recorrido hacia la montaña mágica del canto grupal. Sin embargo el Estudio Coral y su guía, su numen, su mago, Carlos López Puccio, divisan otra vez nuevas cumbres. Y con intrepidez de visionarios siguen ascendiendo en la exploración de nuevas cúspides que parecían inaccesibles para la voz humana.
Esta vez la convocatoria tiene un protagonista insoslayable para la estética y el repertorio del Estudio Coral de Buenos Aires: Richard Strauss, en la celebración del 150 aniversario de su nacimiento, que incluye la primera audición en Argentina de su ciclópeo Deutsche Motette (motete alemán), opus 62, para coro a 16 voces y septeto solista.
Es un privilegio acompañarlos en esta gesta. Porque somos testigos de otro milagro paralelo: una Catedral repleta de varios cientos de fervorosos oyentes que no fueron a escuchar musiquitas sencillas, convencionales, fáciles para el oído poco adiestrado, sino verdaderas proezas creadoras y temerarios desafíos de la música coral contemporánea.
El símbolo de un proyecto estético y artístico se condensa en su nombre: "Estudio Coral" con el que López Puccio y una nueva generación de cantantes profesionales acometen la nueva música del siglo XX, y encaran desafíos tales como asumir una gran extensión vocal, insospechadas alturas, cuartos de tono, ritmos irregulares y apoyaturas, fuertes contrastes de efecto en timbres, vibratos e intensidades; grandes saltos de intervalos, melismas, endiabladas polifonías y demás hazañas técnicas de la escritura vocal de sus geniales compositores. Aún a riesgo de que el expresionismo frenético llegue a veces, por experimentar con la técnica de la voz, a soslayar la profunda emoción en lo más recóndito.
No ocurre con este Randall Thompson tonal del "Alleluia", cuya introspección mística se desenvuelve en ondulaciones y vaivenes que nos transportan en precioso ensamble vocal hacia el regocijo espiritual y la intimidad de la devoción.
El clima se extiende en dos obras de Samuel Barber, compositor que acude con alguna frecuencia al repertorio del Estudio Coral, y que nos rodea y abraza con su suave lirismo, su claridad tonal y la diafanidad de su escritura.
También regresan las tremendas complejidades de Ligeti quien, como en el sobrecogedor Lux Aeterna, echó mano de dieciséis voces para su Hälfte des Lebens (3 fantasías sobre el poeta alemán Hölderlin). Hölderlin, el amoroso, exquisito y torturado poeta del pueblo, tan sensible como Robert Schumann y con el mismo destino de un final enajenado. Ligeti las traduce con melodías atonales y atmósferas contrastantes que alcanzan, en un tour de force, la exasperación.
Hacia el final, el contemporáneo norteamericano William Bergsma se incorpora con 4 respuestas a sendas adivinanzas en sugerentes juegos de voces en contrapuntos rítmicos y con clara y transparente tonalidad. Hasta que llegan los dos Richard Strauss: el del explosivo Hymne opus 34, nº 2, a 12 voces y cuarteto solista, inspirado en la Biblia; un prodigio constructivo en el que pese a su enigmática dispersión en variados vericuetos, logra que hasta lo secundario parezca conectado a la trama general. Un apabullante rompecabezas posromántico entretejido con ciertos aprestos atonales.
En cambio la primera audición, en la Argentina, del mayúsculo Motete Alemán opus 62, en Do Mayor, escrito por Strauss a los 49 años resulta, no obstante su extenso y proteico desarrollo, mucho menos desconcertante que el Himno, incluyendo su tesitura de cuatro octavas, y sus siete solistas. Recorrerla es casi un enigma por sus fluctuaciones, indagaciones, oleajes, efusiones, divagaciones, profundidades, desmesuras, fugaces contrapuntos? Finalmente, tras el desconcierto, Strauss termina seduciendo por su feraz inventiva, aunque no la haya consagrado al canto coral.
Más allá de la recordación de Richard Strauss y de los bises con el clásico spiritual Deep River y la alucinante Guaguancaglia del cubano Roberto Valera como para demostrar su asombrosa ductilidad estética, el Estudio Coral de Buenos Aires nos ha obsequiado su más espléndido adiós al año. Su montaña mágica esconde nuevos ápices?